Se termina el año de la epifanía. 2018 fue generoso, yo he buscado hacer mi parte.
Hice cosas increíbles, en lo laboral, obtuve una plaza académica, con todos los beneficios y los terrores que ello conlleva, impartí 4 cursos de educación continua (me parecieron eternos) y por primera vez una materia de licenciatura. En proporción, buena parte del año pasé más horas calificando que durmiendo. Académicamente después de un montón de intentos terminé la maestría y ya, este año no hice más cursos, excepto el taller truncado de cuento que más bien resultó ser una revelación psicológica. Leí poca literatura, y un montón de textos académicos, escuché mucha música aunque solo fui a dos conciertos. Escrbibí más ensayos que en toda mi existencia, y este es mi post número 19, que es un número bastante bueno. De las 16 metas a corto/mediano plazo que hice en terapia, cumplí 11, lo cual es *muy* bueno (las acabo de releer sólo para no fallar en estadística), y estoy sorprendida, tres de las que me faltan están en proceso… la penúltima me dio mucha risa (creo que por más que quiera el ukulele y yo no lo vamos a lograr pronto)… y sólo queda NY, finalmente no tengo prisa.
Mi copa está rebosando…